lunes, 20 de septiembre de 2010

Memorias de un beduino en el Congreso de los Diputados


Así se titula un libro del recién fallecido José Antonio Labordeta.
Siempre tuve admiración por aquel señor que hizo callar a la aborregada bancada popular cuando éste se disponía a preguntar por su tierra, mi vecina Aragón. Tierra con la que comparto muchísimo pues son tan solo 15 km los que nos separan físicamente.
Soy Navarro de esta ribera del Ebro, este río que nos une en carácter, acento, gastronomía... este río que pasa tras "el pilar"...
Mirándolo bien, analizando muchos factores, y en ésto creo que muchos riberos me darían la razón, hay veces que creo que tengo mucho más en común con nuestros vecinos riberos aragoneses que con cualquier vecino de... pongamos por ejemplo, un estellés o un altsasuarra. No mal interpreten mis palabras, ni se sientan ofendidos si son de Estella o de Altsasua. No.
Yo nací navarro y navarro moriré, defendiendo nuestra comunidad como el primero.
A lo que voy es:
¿Es la línea que delimita cartográficamente Navarra en un mapa lo que nos hace ser de un sitio o de otro?
Yo creo que no.
Partiendo de que, en mi opinión, estamos en este mundo de pasada, no creo ni veo necesarias, fuera de lo burocrático u oficial, el perder nuestro tiempo en partir, en dibujar, en señalar territorialidades, comunidades o llámenlo como quieran.
He vivido durante casi toda mi vida en Ribaforada y cuando no, lo estuve en Pamplona y sinceramente, hay más cosas que me diferencian de un pamplonés de toda la vida que de un vecino aragonés de tauste, de tarazona... Es por eso que muchas veces quizás debiésemos plantearnos nuestra verdadera identidad no como navarros o como aragoneses, si no la que nos arraiga a una tierra, y la mía sí les soy sincero, es la de la Ribera.
Este río, estas Bardenas, esta tierra de agricultores, de calderetes y buenas verduras, este acento y esta forma de hablar "gritando", este sol extremo en verano y este frio helador en invierno, este cierzo que nunca nos abandona, esta historia casi compartida y casi repetida en muchos y muchos pueblos de la ribera del Ebro, hacen a muchos vecinos navarros, aragoneses y riojanos, ser en el fondo casi hermanos.

Vuelvo a reiterar que en estas palabras no hay rastro alguno de renuncia de pertenencia a Navarra, ni a su larguísima historia, ni a sus gentes desde Bera hasta Cortes, desde Burgui a Viana.

Es por ello Jose Antonio, tú que fuiste Aragonés de pura cepa, que por unas cosas u otras siempre le tuve admiración...
Por su música, por sus versos, por su forma de ser y actuar, noble dentro y fuera del parlamento, hombre de pueblo y del pueblo, pues fué ésa y no otra la esencia que me ha marcado para siempre, y lo que he admirado todo este tiempo que ya ha pasado desde que leí el libro que lleva por título el encabezamiento de este humilde comentario. Su cercanía al pueblo y su lucha diaria por el pueblo, en definitiva: su tesón.
Quizás sea esa virtud, esa que has enseñado a toda España, la que podría definirte y a su vez
definir a estas tierras del Ebro.

Esta tarde me he emocionado al ver como gentes venidas de todas las partes te han acompañado en este tu último viaje.
Dejas onda huella y un gran legado, siempre serás un grande entre los grandes, pues tú te ganaste este cariño y este respeto con el cual tecleo mis pensamientos. A pesar de que creíste ser un beduíno (al estilo monegrino, eso siempre)